lunes, 19 de noviembre de 2012


Este libro, que tiene los textos y dibujos de Álvaro Siza como protagonistas, inaugura una serie dedicada a la escritura y el dibujo, prolongaciones de nuestras manos, actividades que amplían nuestros pensamientos y juegan con el tiempo liberándose incluso de nuestra presencia, es decir, transportando el tiempo presente a otro por venir. Como el pincel del pintor, el lápiz transfiere los movimientos de nuestras manos, de nuestra mente, a un papel, una especie de sismógrafo de pensamientos donde el tiempo queda detenido esperando la curiosidad de un observador, la descodificación, la magia de la lectura, a la espera de que el viento sople de nuevo. Álvaro Siza dibuja metáforas mediante el recurso de incorporar su cuerpo al dibujo. Al dibujar sus manos en el papel de su libreta incorpora al observador a un bucle de consecuencias insospechadas: unas manos dibujan un dibujo donde están representadas esas manos dibujando un dibujo donde y así sucesivamente. Nos introduce en una re-flexión sobre la esencia del dibujo, sobre la profundidad de dos espejos enfrentados. En medio estamos nosotros. Al incluir su cuerpo en el dibujo el observador queda apresado entre su mirada y el objeto, en un lugar inexistente, que no tiene presencia ni en la representación ni en la realidad representada. La única solución posible a este enigma sobre el espacio.



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