lunes, 15 de octubre de 2012


Cuando en el tiempo presente contemplamos pinturas de algún importante artista sevillano del Barroco en cualquier museo de España o del extranjero, se produce de inmediato una visión distorsionada, puesto que generalmente estas obras fueron realizadas para lugares de culto religioso. La mayoría de estas pinturas estaban insertas en retablos que figuraban en altares mayores y colaterales; también en capillas, sacristías, claustros, refectorios, salones de cabildos o bibliotecas. Esto nos permite pensar de inmediato que las condiciones en que vemos estas obras no son las que originariamente tuvieron y por lo tanto fueron realizadas con unos criterios de composición, luz y color adecuados a aquellos lugares para donde estaban destinadas. Por ello se les otorgó unas disposiciones ambientales totalmente diferentes a las que ahora presentan en sus actuales museos o colecciones. Desgraciadamente episodios históricos como la Guerra de la Independencia, la Desamortización de Mendizábal, la revolución de 1868 y la Guerra Civil española, produjeron circunstancias que arrancaron las pinturas de su lugar de origen, robadas o vendidas ilegalmente, cuando no destruidas. Los retablos que albergaban las obras fueron desmontados y usados como leña para el fuego y de esta manera, en un gran tanto por ciento, se perdió la perfecta relación que había entre las solemnes estructuras de madera y los lienzos que en ellas figuraban. Sólo una pequeña porción de retablos pictóricos se han salvado y han llegado a nuestros días, ofreciéndonos una serie de prototipos que nos han permitido llevar a cabo el objetivo de este libro, que no es otro que la reconstrucción de conjuntos que se perdieron, insertando en ellos las pinturas que han subsistido.

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